viernes, 14 de noviembre de 2014

Entramos a la casa de Bernarda

El jueves 13 de noviembre siendo aproximadamente la 23 hs., el Teatro Colón de Punta Alta estalló en aplausos para coronar una brillante actuación del elenco de “La casa de Bernarda Alba”. Aprovechando que una de las  obras más premiadas del año visitara nuestra ciudad, Información de Punta (IP) coordinó una entrevista con su protagonista, la distinguida actriz María Rosa Fugazot, A pesar del retraso del transporte en su arribo a la ciudad de Bahía Blanca, en un gesto de genuina consideración, la señora María Rosa, sin tomarse un respiro, mientras desayunaba, se abrió sin reparo a un franco diálogo con nosotros.

María Rosa Fugazot (Bernarda) a la salida del teatro,
después de la función.
I.P..: Por la lectura de su biografía, sabemos que debutó en teatro siendo adolescente. ¿Nos puede contar algo sobre esto?
M.R.: En realidad yo quería ser patóloga forense, siempre me encantó, siempre me ha gustado la investigación y todo eso, pero mi papá decía que era una asquerosidad, yo me enojaba y le decía: “si total soy yo la que va a estar, no vos”. Médico tampoco, porque según mi papá eran todas mujeres de dudosa moralidad. Azafata tampoco -por la misma razón-, porque viajaban. Él quería que fuera arquitecta, entonces yo le preguntaba: '¿perdón?, ¿no hay arquitectas de dudosa moralidad?'. Entonces, al final dimos tantas vueltas que terminé artista. Cosa que no me habló por un mes, hasta que se le pasó la mufa.

I.P.: ¿Qué le gusta más: cantar o actuar?

M.R.: Todo. En realidad, como gustarme, me gusta la comedia musical porque es integral ¿viste?; pero me gusta todo. Todo lo he probado porque lo he intentado al menos. No sé qué es lo que hago mejor, pero me gusta y lo hago. Una atrevida que hizo todo. Pero además estudié. De chica hice danza y acrobacia. 
I.P.: ¿Acrobacia también?
M.R.: Claro, porque veíamos en las películas norteamericanas que hacían baile, entonces decíamos: acá hay que aprender. Después, cuando hice la primera comedia musical creo que tenía como 48 años. Bailé igual.

I.P.: ¿Qué prefiere hacer: cine, teatro o televisión? ¿Por qué?
M.R.: No, me gusta todo. 
I.P: Pero debe tener una preferencia.
M.R.: No siempre. Porque, por ejemplo, me gusta el teatro, para mí es fundamental. Es el rapport del momento, es ahora, salió lo que salió. Es la impronta del momento. Y hay una comunión muy especial entre la platea y uno. Lo que pasa es que la televisión te amplía la posibilidad de que te conozcan. Yo le debo a la televisión que la gente me conozca y me haya tomado cariño. Se lo debés a la televisión, que llega a todas las casas, a todos los lugares; entonces hay que agradecer. 

I.P.: ¿Qué papeles le gusta más interpretar?
M.R.: No. Me tiene que prender la historia.
I.P.: ¿Ud. fue encasillada en alguno?
M.R.: Al principio sí. Al principio era el cómico. Después, cuando hice comedia musical dijeron: “¡Oh, milagro!” ¡Pero si yo ya había cantado! En el programa de Gerardo cantaba y bailaba. Y me decían: “pero era otra cosa”. ¿Qué otra cosa? Era yo. Pero la gente no abrocha. Recién cuando vieron la comedia musical dijeron: '¡ah! ¡Qué bárbaro!
I.P.: ¿De qué comedia se trataba?
M.R.: "Chicago", antes había hecho otras, pero la primera importante fue "Chicago". Después "Zorba, el Griego" e hice "Sorpresas" el año pasado con las chicas - refiriéndose a Carmen Barbieri y Moria Casán. 

I.P.: ¿Cómo se autodefiniría como mujer, como madre, como artista?
M.R.: Soy muy trabajadora, me gusta mi trabajo, me gusta trabajar. Nací en el ámbito de gente que aprendió a ganarse la vida, con un abuelo que se rompió el lomo. Llegó de España sin nada. Lo poco que tuvo se lo ganó siendo cartero -de los que caminaban- y se terminó muriendo a los 52 años, de asma cardíaca, que se la agarró de los fríos y las mojaduras de agua cuando andaba con su zurrón de las cartas al hombro. Alcanzó a pagar su casa hasta donde pudo. Vivió en conventillos, en inquilinatos, crió 5 hijos, con una maravilla de mujer que era mi abuela, una condesa chilena, que salió de un colegio de monjas, de familia muy bien. Vino acá a pasar las vacaciones y la estafaron los tíos. Y ella como era muy así, con sangre india -descendiente de araucanos-, dijo: "con su pan se lo coman, no vuelvo más a esa cornisa llena de borrachos y ladrones" y no volvió a Chile hasta que fue después con mi mamá. Conoció a mi abuelo y se casó con mi abuelo, y esa señorita que bordaba, que era tan fina, vivió donde le tocó y crió los hijos. Maravillosa esposa, que había nacido el mismo día que Cristo. De esa gente aprendimos a laburar y a ganártela. Lamentablemente, el abuelo se fue sin ver terminada de pagar su casa. Pero lo hizo, el camino lo empezó y lo siguió mi tío y aprendimos todos de eso. Esto de pedir subsidio para vivir nunca lo entenderé. Entiendo que vos podés darle una mano a la gente, pero entiendo también que la gente no se puede quedar sentada rascándose y cobrando el subsidio en vez de buscar laburo. Porque en otras partes del mundo hay subsidios, pero hay subsidios por un año, para ayudarte a no quedar en la calle y que vos puedas buscar un trabajo. Acá no, acá son de por vida, entonces nacen los chicos y se creen que la vida es pedir. Y así estamos, una criatura agarra más fácil un revólver, sale a la calle y te pega un tiro porque sí -como total no tiene medida del bien y del mal absoluto-. Un chiquito de 12 años te pega un tiro por nada, por un par de zapatillas, por 5 pesos. ¿Y qué hacemos con esos chicos? ¿Dónde los metemos? Porque no hay donde meterlos, ¿los metés en la cárcel común, donde los van a tratar como animales, de donde van a salir peor? ¿Los metés en uno de esos supuestos lugares cárcel modelo de niños que son una m…, que no sirven? Donde hay 7.043.000 chicos y nadie se ocupa, más que darles de comer.  

Apasionada en su discurso, agregó: “Es una cuestión de cultura, que involucionó, involucionó tan mal que no hay educación, que no hay concepto de familia, que un chico de 4 años va por la calle y dice: "abuelo no me jodas". Yo no permitiría que me conteste así... Pero no, porque el psicólogo dijo que no se le pega. No te digo que lo mates, pero un bife bien dado a tiempo sirvió toda la vida y seguirá sirviendo. No soy partidaria de la paliza ni de los golpes extremos, pero sí de un buen bife en el momento indicado. Es la única manera de que el chico sepa que puede hasta acá, hasta acá llegás. El chico prueba. Si los dejás pierde él, no perdés vos, pierde el chico. El chico tiene que saber hasta dónde puede. Y la gente, alguna porque no sabe o nadie le enseñó, otros porque no tienen tiempo, porque no están, porque para poder comer se tiene que ir y laburar, otro porque le es más divertido salir con un tipo que atender al hijo, por distintas razones, de los chicos no se ocupa nadie.”

I.P.: ¿Y Ud. cómo ha hecho para criar a sus hijos, con los que, según tengo entendido, mantiene una muy buena relación?

M.R.: Yo tuve mucha suerte, más allá de que mi marido también era así -hace una seña significando  “estricto”-, porque a veces es suerte. A veces hay gente que se preocupa, se preocupa y se preocupa y es tanta la tentación externa, que se les escapan a veces. Yo tuve suerte, a mí me escucharon los chicos, a mí me quisieron lo suficiente como para oírme y me respetaron lo suficiente como para decir “yo no puedo hacer esto, porque a mi mamá no le puedo hacer esta c...” Tuve suerte, además de nuestra intención de ocuparnos, está la suerte de Dios de que los chicos fueran como son, que escucharan. Porque mirá que estuvieron en un ambiente donde se ve de todo y hay de todo. Entonces eso es para mí una bendición de Dios, más allá de mi esfuerzo, de mi amor o de lo que vos quieras. Tengo mucho que agradecerle a Dios. Estar de pie a esta edad, seguir trabajando, tener ganas, tener tiempo para mis hijos “pese a”. Porque si a mí me dicen: “¿te quedás con tu hijo o vas al médico?”, no, voy mañana al médico. 

A veces los hijos la mandan a consultar al médico porque ha sufrido caídas, a lo que ella comenta: "Me caigo porque soy boba, soy torpe, soy atropellada, y tengo ésta” -señalándose la cabeza- “que tiene una edad y el cuerpo otra. Yo hago todo como cuando tenía 20, entonces me c... a golpes, por supuesto, es lógico, es normal. Tengo un amigo que me dijo eso por teléfono: 'no te preocupes, es que tenemos cabeza de 30 con cuerpo de 70 y pico, por eso nos caemos, yo también me caigo a cada rato'. Entonces, como no sea estrictamente necesario, lo que hago es un chequeo general por año para ver si no hay ninguna rareza de otro tipo, pero por las cosas comunes de los 72 años que tengo no voy a ir al médico.” 


I.P.: ¿Su matrimonio con César Bertrand duró muchos años?

M.R.: Nosotros duramos 15 años y nos separamos porque mi marido era cabeza dura. Yo soy… cómo puedo explicar… tengo una condición que no es buena. Cuando quiero a alguien doy tanto que el día que estoy cansada y espero que me den ese otro piensa que no lo quiero más, entonces empieza a hincharme: “claro, ya no me querés más”, y lo que pasa es que estoy cansada, me agoto. Si yo pongo 20 poné 10 aunque sea, colaborá. Y la gente, no es que sea mala, la gente se acostumbra a que vos seas el que da, a que vos seas el que corre. (…) Ese tipo de cosas terminan desgastando. Y si vos sos permisivo, un día te hinchás, entonces sos el malo que se enoja y se va, o corta la relación. Más vale menos y más claro, o sea, la primera vez que algo te jode, es: “no, esto no, a mí no, no me gusta”. (…) Yo me separé en muy buen término y es más, hasta el último minuto de la vida de César estuvimos ahí.” 
I.P.: ¿Entonces no estuvieron todos los años juntos?
M.R.: Al final no, él estaba en pareja ya, pero estuvimos todos con él. O sea, porque yo no creo en eso de que los chicos tengan que ser los rehenes: tiro yo un chico para acá y vos tirá un chico para allá, no. Al contrario, papá estaba enfermo y corríamos todos. La mujer de él me llamaba y me decía: “María, se cayó. ¿Qué hago?” (...) Mi hijo, el chiquito, le daba de comer. Cocinaba él para llevarle. Cosa que a mí me dio mucha ternura. (...)
  
César nació en San Juan y Boedo, sin embargo, algunos piensan que era uruguayo porque trabajó en el vecino país casi 10 años. María Rosa nos explicó que era conocido como el “Bebán uruguayo” por su intervención en varias novelas. Cuando falleció, sus hijos sufrieron un fuerte sacudón y ella confesó: "yo no lloré más, no pude llorar más. Qué cosa curiosa: yo que lloraba por todo, veía una película, lloraba, leía un libro, lloraba, María, la Llorona. A mí me hacía muy bien, pero no pude llorar nunca más. Lo único que hago es descargarme un poco cuando salgo al escenario, que lo tengo que provocar, obviamente, porque no me sale natural. Lo provoco y eso me hace mejor, por lo menos algo es algo. Estas son cosas que la gente piensa que los artistas lo pasamos bomba. Tampoco es cierto que todos sean frívolos. Yo no te voy a una fiesta ni que me paguen, salvo que sea algo muy especial o por el trabajo mismo, o porque me lo pidan muy especialmente. A mí no me vas a encontrar. No voy, no me interesa, no me gusta. Es más: ¿vestirme? Odio ver qué me pongo y qué no me pongo, lo detesto. El barullo no me gusta. Entonces, prefiero quedarme en mi casa, prefiero leer, ir con mis amigas a comer algo. Ahora me quedé culposa porque estuve solamente dos días y no alcancé a ir a ver a Nora -Cárpena-, porque está muy mal Guillermo -Bredeston- y estoy muy angustiada. No pude ir esta semana, cuando llegue de vuelta voy a ir. Son las cosas comunes de cualquier ser humano. Está lidiando con un problemazo y hay que salir, y hay que laburar, porque si no ¿cómo hace? Encima con lo que gasta, si no labura ¿qué hace? (…)

Prosiguió: “Entonces, yo creo que la profesión nuestra, lo más lindo que tiene es que por dos horas sos otro y te permite, de alguna manera, zafar. Puedo llorar por el otro, puedo ser el otro que llora. Porque si yo ocupo mi dolor para llorar todas las noches, me suicido cuando termino la función. Me pego un balazo y listo. Entonces lloro como Bernarda, o como Pepita, o lloro la muerte del hijo de Pepita. (...)  

I.P.: ¿Hay algo que si volviera a nacer haría distinto, algo que quisiera cambiar?
M.R.: Eso que te decía antes. El ser en extremo permisivo no es bueno. Hay que sentar los puntos en precedente de lo que querés en la vida, buenamente, no hace falta pelearse simplemente decir: “esto sí”, “esto no”. Porque yo he sido permisiva en todo, en el trabajo también. Me decían: “¿cuánto ganás?” Qué sé yo. No es así. Yo valgo tanto. A mí me gusta esto. Sos muy lindo, yo te quiero mucho, pero ojo conmigo.
I.P.: ¿Y Ud. pudo cambiar?
M.R.: ¿A los setenta y pico de años? ¿Quién me va a creer ahora? Me miran como si no sé qué. ¡Pero claro! Si toda la vida fuiste de una forma… Cuando yo me enojo, me doy cuenta que me miran, se callan y piensan “dejála que explote, ya se le va a pasar”. Entonces de golpe me doy cuenta de que es al cuete, digo: ¿para qué? Ya tengo tantos años siendo de una forma, que de la misma manera que no me van a dar vuelta para que haga cosas que no quiero hacer a esta altura, tampoco me van a dar bolilla. En el momento me miran y me dicen: “sí, está bien”.

I.P.: ¿Es difícil ser famoso?
M.R.: Lo que pasa es que es difícil de manejar. Es difícil en el sentido que vos te lo creas. Ser famoso es una circunstancia.

I.P.: ¿Cómo tomó la decisión de aceptar hacer el papel de Bernarda?
M.R.: Me costó, me costó porque me sorprendió, me agarró mal parada la muerte de Norma, no lo esperaba. Aparte la había estado mirando por televisión la noche del lunes, en la presentación de Tinelli y el martes al mediodía cuando prendo la televisión escucho y me quedé mal, me sacudió mal. Entonces, que me llamaran después para hacer de Bernarda, lo primero que les dije fue 'no me jodan'. Después volvieron a llamarme y les dije: “'no quiero, no quiero hablar de nada”. Estuve tres días que no salí de mi casa, aparte. Y lo que más que nada me impulsó, en realidad, fue que Faroni me dijera: “pero mirá que ella me pidió. Me dijo que si a ella le pasaba algo o tenía que volver a internarse, que te llamara a vos.” Y fue como no sé, de golpe me quedé sentada y dije: es una especie de legado de amor que me hizo ella. La gorda, que éramos muy parecidas en  algunas cosas, era más tozuda que yo, pero ella de alguna manera como que quiso decirme “no tengo qué dejarte, te dejo esto, de recuerdo.” Es más tengo unos aros y una pulsera que me regaló. Pero lo tomo como un legado de amor. Así lo tomé y dije: tiene que salir como sea, y en 5 días salí loca, audaz. El primer día tenía un pánico que ¡Dios mío y la Virgen! y pensé: bueno gorda, me metiste en esta, ahora bancame. Yo le digo siempre a las chicas que las Bernardas no son 9, somos 10, porque Norma sigue dando vueltas. Si nos va como nos va, si la gente nos quiere y nos recibe como nos recibe, el angelito está. Mientras duren las Bernardas, Normita va a estar flotando alrededor. Para ella fue muy importante Bernarda y merecido. Me hubiera gustado que hubiera disfrutado un poco más del éxito. Ella lo buscó tantos años… Quería que la vieran como actriz, no como la vedette. Quería que supieran que ella podía y me hubiera gustado que disfrutara un poco más. Gracias a Dios alcanzó a ganar el premio. Yo creo que todo esto, el regalo que tengo yo ahora, a ella la hubiera hecho muy feliz. Por eso le agradezco el legado, porque realmente es un personaje maravilloso y la gente es bárbara y las compañeras son fantásticas.

I.P.: Ud. se hizo una cirugía estética el año pasado.
M.R.: Sí, hizo más quilombo, que si hubiera sabido me la hago en dos veces. Nadie me dio tanta bolilla como actriz como me dieron bolilla porque me corté un pedazo que me sobraba. Viejo, ¡qué taradez! 
I.P.: ¿Antes nunca se había operado?
M.R.: No
I.P: ¿Por qué antes no?
M.R.: Y, porque no. No me dio. Un día me miré y dije: ¿pero qué es esto que me sobra? Que era como la bolsa del mercado acá -señalándose la panza-. Digo: tengo las patas flacas ¿por qué esta m...? Entonces fui y le dije: “Nene, ¿esto se puede sacar?”. “Sí” “Bueno, sacámelo.” (…) Suponete que me hubiera tenido que operar del apéndice o del hígado. Es lo mismo. Menos, porque no me tocan adentro. Me sacan nada más lo de afuera.
I.P.: ¿Y cómo ve que las chicas jóvenes, algunas de ellas, estén tan pendientes de las cirugías estéticas?
M.R.: No, no, no. Las chicas, que se cuiden, sí. Pero por ejemplo, una conocida mía el otro día se puso dos pinchitos de no se qué acá -tocándose el labio superior-. Casi la mato. Le dije: cuando te vea tu marido te lo bancás. Después lloraba porque él estaba enojado. Yo le decía: embromate, tiene razón. Te tocaste lo cara, es lo más hermoso que tenés  y te lo tocás; a los 30 años. ¿Qué te vas a tocar después?.¿A ver? Tocate lo que no se ve. Después lo agarré a él y le dije: terminala, porque no es un drama.
I.P.: Entonces, ¿Mensaje para las jóvenes?
M.R.: No, chicas, no. Sobre todo en la cara, porque es muy lindo verse bien, pero también es muy lindo saber quién sos, y cuando te empezás a tocar la cara, llega un punto que decís: ¿y ésta quién es? Si vos ves fotos de gente que yo conozco de jovencita, lo que era y lo que quedó, no te operás nunca más en tu vida. Una cosa es corregir defectitos, suavizar, y otra cosa es cambiarte la geta. (…)


I.P.: ¿Los artistas no se retiran nunca?

M.R.: Mi mamá se retiró, porque un día dijo: 'si yo no puedo correr, saltar y ser como fui siempre en el escenario, ya está. Porque ella iba a hacer una presentación, por ejemplo, para recibir un premio, y se cansaba tanto, de toda la energía que ella tenía que salir como un cohete, que después estaba 3 días así -hace gestos de extremo cansancio-. Ella dijo: “si yo no tengo las fuerzas para ser todos los días igual, no trabajo más.” 
I.P.: ¿Y Ud. tiene pensado retirarse próximamente?  
M.R.: No. ¿Sabés qué? Hay cosas que me enojan, entonces digo no voy a trabajar más, me voy a buscar otro laburo, pero es más que nada porque hay una edad y vos decís: ¿hasta cuándo me va a durar que me encuentren personajes? o cosas, viste, nunca se sabe. Porque antes había abuelos y familia, ahora no, ¿viste? En las novelas nuevas parece que no hay más familias, son huérfanos todos los chicos. (…)  

I.P.: ¿ Ud. se da cuenta de que todo el tiempo está nombrando a personas de la farándula para quienes no tiene más que palabras de elogio?
M.R.: Los quiero. Cuando la gente te deja algo, cuando los compañeros que has cruzado en la vida -si tengo que hablar de todos los que me han dado amor y cariño no nos vamos más-, empezando por el negro Olmedo, bendito sea, mi negro querido, que fue un hermano, un tío, un amigo, un todo fue. El gordo Portales, también. Mi querido Rolito Puente era el que me decía: “¿te acordás cuando hablábamos de corrido?, ¡qué lindo que era!, porque ahora para decir un nombre estamos 6 horas.” (...) Un tipo tan pensante, el gallego, y bueno, pero la vida es eso. La macana es que se me están yendo todos ¿viste?. Tenía razón  mi mamá cuando me dijo un día: “nena, mirá yo le tengo miedo a la muerte, pero pensándolo bien, se están yendo todos, ¿qué hago acá yo?” y yo le decía: mamá no empecés. Pero es cierto, se te van los amigos, se te van los compañeros, se te va la familia, a mí no me queda nadie. Los primos me quedan y una tía, que es la mujer de uno de mis tíos, que es una hincha p... (...) Cuando yo la reto me dice: 'vos tratame bien, porque soy la única que te queda.'

Durante toda la entrevista no paró de recordar a sus padres, sus hijos , Javier Caumont y René Bertrand, y sus amigos. Además de los ya mencionados, tuvo palabras afectuosas para Rodolfo Bebán. De Julio Chávez dijo, entre otras cosas: “lo quiero como si fuera un hijo. Lo pasamos bien laburando juntos, nos entendemos mucho, siempre que lo veo me acuerdo del nene flaquito que caminaba por los pasillos de Canal 9, muy serio, muy concentrado. Tenía 19 años  cuando lo conocí y sigue siendo el mismo. (…)” Refiriéndose a sus amigos en general nos dijo: “Marta, tiene el corazón más grande que la cabeza. (…) Yo digo siempre que Marta es una mujer que tiene un espíritu iluminado. Tiene un interior iluminado, siempre tiene buena onda, siempre tiene una sonrisa para todo el mundo, siempre tiene buen trato con todas las personas (…) y sigue para adelante con un nieto. Es un espíritu sano. Una persona que tiene tanta bondad que le ganó a todo. Toda esa gente es valiosa, muy valiosa,  con esa gente me junto. Esa gente son mis hermanos espirituales. (....) porque nos conocemos de toda la vida y todavía habemos gente que tenemos un mismo centro. La familia decente, cariñosa, con errores, como todos los tienen. Que si no los tuviéramos seríamos anormales, una persona sin errores es una cosa rara. Pero es feliz la gente buena, a la larga es feliz.”


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